de Santiago Tena

hágase, niña mía, hágase vivo el amor en tu espacio, hágase en ti la luz y en mí la vida, hágase, amor cercano, cercano nuestro amor, el beso en voz, la voz beso y presencia y estoy dentro, hágase de tu amor el mundo niño, el mundo que te busco, el que soy mundo y carne y poeta y ardor solo por ti, hágase el desinhibo, hágase el nos buscamos, hágase el en ti estoy, hágase del amor el vino de la cena, el esperar, el ven, el has venido, el correo directo, el te busco y me arriesgo y voy por ti y si duele no importa que me duela: te he vivido, hágase del amor vino y dolor y cena y despedida y voy y luego vuelvo, del amor que queremos hágase libertad, y con la libertad la luz del mundo, y que inaugure el mundo en ti y en mí un renacer de esperas sin espera, un renacer de yas sin todavías, un renacer de escarcha, de sol vivo, de dónde, de por qué no me escribes, un renacer de voy, un renacer de quiero, un renacer de no tan solo en público, un renacer de quiero y lo deseo y te lo digo claro y te lo digo cierto: lo quiero y lo deseo y voy por ti y a ti, y estando en ti y llegando, a donde en verdad llego y donde voy y quiero y sé que está esperando y que me llama en ti, es a mí mismo, niño hambriento y gozoso y cálido y feroz dentro de ti, niño que necesita de mí mismo: sé la puerta abierta y encantada y serena y ansiosa y atractiva e imán, y vientre vivo y tú, quererme vivo y tú, volarme vivo y tú, volcarme vivo y tú, amar, amar:

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13 abril 2010

EL AMOR Y LA DIVINA LOCURA

Recibí este  cuento por correo, y me pareció hermoso.
Lo comparto con usted amigo lector.
                                                                                                                                                                               
EL AMOR Y LA LOCURA
                                                                                                                                           
Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.  Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: "¿Jugamos al escondite?".  La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:  "¿Al escondite?"  " ¿Y cómo es eso?"   "Es un juego - explicó la locura en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden.  Y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupará  mi lugar para continuar el juego".
                                                                                                                                                                            
El entusiasmo bailo secundado por la euforia.  La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada.  Pero no todos quisieron participar;  la verdad prefirió no esconderse, para qué, si, al final, siempre la hallaban; y la soberbia opinó que era un juego muy tonto, pero en el fondo, lo que le molestaba  es que la idea no hubiese sido suya.  Y la cobardía... la cobardía prefirió no arriesgarse.
"Uno, dos, tres...", comenzó a contar la locura.
                                                                                                                                                                          
La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer en la primera piedra del camino.  La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.  La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos:  que si un lago cristalino, ideal para la belleza; que si una rendija de un árbol, perfecto para la timidez; que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, magnifico para la libertad.  Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol.  El egoísmo, en cambio encontró u sitio muy bueno desde el  principio; lo encontró ventilado, cómodo, pero eso sí, sólo para él.  La mentira se escondió en el fondo de los océanos, ¡mentira! en realidad se escondió detrás del arco iris.  Y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.  El olvido, ¡se me olvidó dónde se escondió! pero, bueno, eso no es lo importante.
                                                                                                                                                                           
Cuando la locura contaba 999,999, el amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado, hasta que divisó un rosal,  y enternecido decidió esconderse entre sus flores.
                                                                                                                                                                           
"Un millón" contó la locura, y comenzó a buscar.  La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de la piedra.  Después escuchó a la fe discutiendo con Dios en el cielo sobre teología.  Y la pasión y el deseo los sintió en vibrar de los volcanes.  En un descuido encontró a la envidia y, claro pudo deducir dónde estaba el triunfo.  al egoísmo no  tuvo ni que buscarlo, el solito salió disparado desde su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.
                                                                                                                                                                             
De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la belleza.  Y con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.
                                                                                                                                                                          
Así fue encontrando a todos: la mentira detrás del arco iris, ¡mentira!  si ella estaba en el fondo del océano; y hasta el olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.  Pero, sólo el amor no aparecía por ninguna parte.  La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada aroyuelo del planeta, en la cima de las montañas; y, cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas, y tomó una horquilla y comenzó a mover sus ramas.  Cuando, de pronto... un doloroso grito se escuchó, las espinas habían herido en los ojos al amor.
 
La locura no sabía qué hacer para disculparse:  lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su Lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el amor es ciego y la locura siempre le acompaña.

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